Soy adicta a imaginar calamidades, el incendio, el atropello, la violencia, la pobreza, el desamor. Todo eso me produce miedo. Soy como tu último hombre. Quizá por eso no me quieras. Al menos no escondo mis desiertos, te los estoy contando. El miedo no me destruye. ¿Me fortalece? Como dice el trivial el estribillo de auto ayuda, perdón, también es frase tuya. Ya ves lo presente que estás en mi mundo.
Me jode esto de sentir miedo, toda la vida, o casi toda la vida, para no exagerar, he vivido con miedo, de pequeña sólo me asustaba el pasillo de paredes de madera negra, y eso es nada con lo que vino después. Miedo de todo, de los milicos, de las monjas y de las gitanas. Miedo a la pobreza, a los incendios, a la lluvia, al viento, al frío, al calor, a la luz. Miedo a que se me muera un hijo. Miedo a que será de ellos sin mí, que arrogancia. Sufro de las más brillantes catástrofes domésticas y universales. Desde ollas quemadas, cortinas caídas y corto circuitos, a cataclismos, guerras, caídas financieras mundiales, virus que nos arrasan, tormentas, alienígenas invadiéndonos. Por eso me gusta el invierno con su oscuridad, es como que en este tiempo me es más fácil esconderme bajo las mantas, y no es por el frío, es por el miedo.
Miedo e invisibilidad, son algunos de mis desiertos y de esta época. Somos muchos los invisibles en este tiempo. Los logro percibir cuando miro con los ojos nublados. Se me aparecen constantemente, les sonrío y sigo mi camino, no quiero molestarlos. Los invisibles nos percibimos. Se aparecen en el metro, en las escaleras mecánicas, invento de este siglo que mejor no conozcas. El silencio en esos lugares te cala hasta los huesos, y en medio de esos cuerpos, unos afirmados con los otros, me doy cuenta de los invisibles, ¿Quién está afirmando a la señora con el bebé colgando, el coche en una mano, el bolso en la otra? Un invisible. En el metro todos nos reconocemos, aunque seamos invisibles, no nos chocamos, los lentos como yo, subimos por la mano derecha de las escaleras, los rápidos van corriendo por la izquierda. Susurramos para no despertarnos, no levantamos la mirada para no molestarnos. No vaya a pensar que le estoy mirando. Es fácil convertirte en invisible, sólo tienes que vestirte de pobre.
Este es mi mundo, y lo plasmo en estas palabras que se mueren cuando las escribo, se mueren para mí, quizá vivan en otros, como ha pasado con las tuyas, que viven en mi espalda, en mis ojos y cuando abro la boca. Tus palabras son como un buen virus, me enderezan al caminar, me levantan en las mañanas, desafían la gravedad y todas las fuerzas que nos aplastan.
¿Podré construir mi mundo? ¿Dejar atrás la devastación y mirar hacia adelante?
Cuando pienso en tu super hombre, tan machista el nombre que le pusiste, y entiendo que eran tus tiempos donde nosotras no existíamos, excepto Lou Salomé para ti, que te dejó trastornado. Hoy las mujeres estamos sacando la voz, hemos ganado algo de respeto, y aún nos falta mucho para que nos consideren en igualdad de oportunidades. O sea, el mundo en más de cien años poco ha cambiado en lo que se refiere a la esencia del ser humano. Así que tu super humano, el César con alma de Cristo, el humilde, abnegado, tierno, lento en sus decisiones, parco en sus discursos aún no aparece. Y quizá cuando lo haga sea una mujer. Me alegra que te sonrías.
Antes los dioses solucionaban todo, ofrecían recompensas, nos salvaban de cualquier cosa. Hoy las sombras nos persiguen. Tenemos naves espaciales y comunicación al instante en cualquier parte del mundo y nos asustan los ojos del próximo. Y porque nos asustan, entonces no los vemos, se tornan invisibles. ¿Por qué anunciaste la muerte de Dios? Podrías haber callado, quizá nos habríamos dado cuenta, de a poco. Ahora no sólo estamos convencidos de su ausencia, ahora inventamos seres cibernéticos, y jugamos a ser dioses nosotros mismos, y ni siquiera hemos dejado en el camino los bultos de nuestros adjetivos y paradigmas. ¿Cómo nos deshacemos del peso de ser lo que somos? Pensando, me contestas. Es la pregunta que me persigue. ¿Qué es lo que nos da que pensar? Cuando nos surge algo que nos da que pensar, rápidamente huimos de ese pensar. No pensamos todavía.
Creamos una organización mundial, que le llamamos "naciones unidas", que de unidas tiene poco, y tampoco tiene poder. Seguimos con guerras y abogando por la paz, o diciendo que las personas son lo más importante en las organizaciones y les llamamos "recursos humanos". Inventamos que había que buscar la felicidad y nos llenamos de libros que nos enseñan a buscarla. Es lo que tú llamarías "parpadeo". Hacemos como que sí, pero es no.
Estás tan presente en mi mundo, y tú super hombre continúa ausente.
La música puede ser el puente, para llegar a donde llegaste. Transitar sin mirar atrás, sin mirar sobre las barandas. Aguas, fuegos, vientos, brazos que quieren cogerme, no podrán si sigo la música. No quiero creer en tu eterno retorno, si cruzo no habrá retorno, sólo música, misterio y el puente se habrá ido, no podré regresar. Me animo a caminar con los ojos cerrados, sin luz, me empujarás, me sostendrás, repitiendo lo que has dicho, con los signos que son de todos y de ninguno.
Las fantasías y los temores son mis secretos, sólo es posible revelarlos en palabras pintadas, y espero que mis palabras sean quemadas por los ojos de otros. Mis verbos se me escapan por la boca, por eso me dicen que soy media rara, loca, cuestión que no percibo, será por lo mismo. ¿Tú has tenido miedos? ¿Te has sentido raro? Muchos dijeron que eras un loco, de hecho, te internaron. Durante tus últimos años de vida no pudiste hablar ni escribir, pero tocabas el piano, la música que te acompañó al otro territorio. No estabas loco, sólo estabas en tu mundo de poesía, música, el puente para transitar y dejar atrás al último hombre.
Envidio tu amor por Lou, envidio los amigos que tuviste, la música que escuchaste, eso no está ahora, y si bien podría contarte de innumerables avances científicos, también ha avanzado el desierto en nuestras almas, y muy rápido. Mientras resolvemos problemas, no pensamos. Nos ahogamos.
Ya ves que así te amo, porque estás frente a mí, al lado y pisándome los talones.
Escribiré un libro para todos y para nadie. Yo soy nadie, amante fiel de tus palabras, infiel porque también amo las palabras de otros. Las palabras son mi esperanza, al final de la caja de Pandora.
Hoy algunos escriben sin guiones, puntos ni comas. Esta frase es para ti.
¿Me escuchas? ¿Enmudeces? ¿Debo gritar como tú lo hiciste?
Zaratustra está frente a mi casa.
Toc, toc en la puerta, toc toc en el vidrio de la ventana, toc toc en las teclas de mi computador, toc toc en tu pecho, en mi pecho, en mi cabeza y en mis labios. ¿Importa quién escucha? Escuchan todas las almas que me habitan, que mudas se pelean por salir de mi boca. Si les abro un camino, me destrozarán, rebalsarán el dique. Pongo más candados, más contrapuertas, corro el armario, la cama y el velador, todos los muebles van sellando las puertas a mis voces.
Mañana tengo cita en un Starbucks con Lou Salomé.