SER HUMANO: UN NIÑO/A
Muchas sabidurías antiguas tanto de oriente como de occidente ya hablaban del SER HUMANO completo. Esto significaba mirar al hombre en al menos cuatro dimensiones: el cuerpo, lo concreto; las emociones, los sentimientos; la mente o lo cognitivo, y lo espiritual o el sentido de la trascendencia. A estas dimensiones le llaman comúnmente, cuerpo, corazón, mente y espíritu.
Hoy varios autores rescatan esta mirada y la complementan con otras. Y es que los tiempos que vivimos de vertiginosos cambios nos han impulsado a remirarnos, como la única forma de aferrarnos a un salvavidas a algo conocido o aparentemente familiar, nosotros mismos.
Cuando estudié en el Instituto Integral de Ken Wilber, veíamos una metodología, una forma de hacernos cargo de nuestro ser humano completo, y le llamamos Práctica de Vida Integral.
Todo lo que hacemos es una práctica, siempre estamos practicando algo, no podemos evitar "practicar", incluso tratar de hacerlo sería una "práctica". La Práctica de Vida integral sería como la PRACTICA de las prácticas habituales.
Cuando leemos practicamos el leer, cuando escribimos practicamos el escribir, cuando hacemos ejercicios practicamos el ejercitar, cuando cantamos practicamos el cantar, cuando trabajamos practicamos el trabajar. Y así en cada acto que realizamos practicamos algo y somos más o menos aprendices, competentes o virtuosos en cada una de las actividades que realizamos. Nos dicen que somos buenos o malos trabajadores, esposos o hijos dependiendo que tan bien realizamos las actividades que nos relacionan con cada denominación. Entonces parece que la vida se nos convierte en una gran PRACTICA.
La Práctica de Vida Integral propone considerar en nuestra agenda de vida, el realizar actividades en las cuatro dimensiones del ser humano: lo corporal, lo emocional, lo cognitivo y lo espiritual. Y hasta aquí nos parece obvio y muy saludable, sin embargo, hagamos un test rápido de auto evaluación. ¿ A qué dimensión de lo humano usted dedica más atención y tiempo en sus días? Cuerpo, corazón, mente y espíritu. Lo más probable es que estemos desequilibrados en nuestra vida, alguna de estas dimensiones de práctica de vida prevalecen sobre otras, y quizá alguna de ellas ni siquiera aparece.
La Práctica de Vida Integral considera una forma de realizar nuestras cotidianas, todas ellas se transforman en ayuda memorias, recordatorios de quienes somos. Es así que una simple actividad física como trotar que pertenece a las actividades relacionadas con el cuerpo puede tener mucho más significado si la convertimos en una ofrenda de energías para quien la necesita. Para esto sólo basta una corta meditación previa al ejercicio. No se trata sólo de realizar diversas actividades disociadas una de otra, es justamente, al contrario. Se trata de estar presente en las cuatro dimensiones en cada actividad que realicemos
¿Por qué nos resulta tan difícil sostener actividades en las cuatro dimensiones? ¿Qué nos falta? O ¿Qué es lo que no entendemos?
Veámoslo desde otra perspectiva, ¿en cual actividad de nuestras vidas estamos presentes y concientes en nuestras cuatro dimensiones?
Y la respuesta fue automática porque lo hemos vivido todos: cuando jugamos, mas bien cuando jugábamos cuando éramos niños.
Cuando niños, estas dimensiones, cuerpo, mente, corazón y espíritu estaban presentes, conscientes e integradas, con el sólo propósito del juego en el que estábamos.
Observemos a un niño cuando juega con sus juguetes esparcidos por el suelo, su concentración, su pasión, su disfrute y sus frustraciones, su responsabilidad para que todo salga bien, su cuerpo entregado y lo más probable es nosotros los adultos nunca podamos entender la conexión espiritual que cada niño tiene, sólo la podremos intuir o recordar, porque la perdimos.
He aquí un camino, el del juego. ¿Sería esto lo que Nietzsche quiso decir cuando escribió la Metamorfosis? El hombre superior lograba su condición sólo con la última metamorfosis cuando se transformaba primero de camello a león y luego a niño.
Puede que encontremos otros escollos en este camino del jugar, pero me resulta atractivo o bien me facilita la mirada de mi ser desde las cuatro dimensiones, cuerpo, corazón, mente y espíritu.
Practicar jugando, un juego serio, el de la vida, o vivir jugando seriamente.
Le he agregado la seriedad al juego para no confundirnos con el pasarlo bien del juego. Estoy hablando de aquellos juegos de niños donde también además de reír y gozar, llorábamos y nos enrabiábamos, eran juegos muy serios.
Hay otro elemento encubierto, el jugar es siempre con otro/a. El camino de la felicidad o bien para practicar la vida que nos ha sido regalada sólo nos bastaría jugar como niños, con otros que jueguen como niños. ¿Simple?